El fútbol sala siempre ha sido calificado como el hermano pequeño del fútbol pero no es del todo así. Las dimensiones de la cancha, la composición del suelo, el tipo de alineación y el número de jugadores influyen mucho en el tipo de juego. Por esos motivos hay que considerar el fútbol sala como un deporte diferente.

La primera diferencia entre fútbol sala y fútbol son el tipo de zapatillas de fútbol sala. En el fútbol sala no se necesitan botas con tacos, sino que la suela del calzado tiene que ser lisa y a la vez adherente a la superficie, normalmente de suelo duro.

Las modalidades y las reglas de este deporte difieren mucho de las del fútbol que se juega en un césped de hierba natural. Además del terreno de juego la diferencia está en el movimiento de los 4 jugadores que recorren toda la pista y se intercambian las posiciones. Todos tienen roles principales pero los jugadores de fútbol sala han de saber interpretar varios papeles ya que se mueven constantemente.

El cambio entre los titulares y los suplentes es fundamental, debido al esfuerzo que requiere cubrir toda la cancha en largo o atacar y defender en pocos segundos. Por eso es importante dosificar el aliento y hacer que corra la pelota y no los jugadores.

Dadas las dimensiones pequeñas de la cancha y la falta de fuera de juego, el tipo de planteamiento de los equipos es más ordenado y los espacios suelen ser más cerrados que en el fútbol. Por ende, los jugadores han de tocar constantemente el balón para que el equipo contrario deje más espacios.

Entonces, es claro que los mejores malabaristas con la pelota sean jugadores de fútbol sala, que tienen que lidiar siempre con la falta de espacio y han de hacer hincapié en la creatividad y en las jugadas en espacios estrechos, donde la rapidez de los pies es imprescindible.