¿Cómo se valora el comportamiento suicida?
La valoración de pacientes suicidas requiere una evaluación del comportamiento suicida y la determinación del riesgo de muerte por repetición, así como del diagnóstico o los factores precipitantes.
¿Cómo se evalúa el intento de suicidio?
- Determinar el tipo de método utilizado en el intento: los intentos más inusuales, o sea, distintos a los cortes o las ingestiones leves, conllevan a un peor pronóstico.
- La letalidad médica potencial.
- El grado de planificación involucrada
- El grado en que la probabilidad de intervención o descubrimiento fue minimizado (significando una mayor intencionalidad).
- Los intentos de suicidio previos hacen más probable un intento posterior
- Cierta ideación suicida en el momento de la evaluación persistente y frecuente también denota una mayor severidad y una mayor posibilidad de enfermedad mental asociada.
- La disponibilidad de armas de fuego o medicaciones letales: en caso de que la hubiere, deben retirarse.
¿Qué cuestiones son relevantes para descartar la ideación suicida?
La cuestión clave es si el niño o adolescente está contemplado el suicidio o lo ha intentado sin el conocimiento de nadie. Se deben realizar las siguientes preguntas diagnosticas:
- “¿Alguna vez te has sentido tan harto que has deseado no estar vivo o te has querido morir?”
- “¿Alguna vez has hecho algo que sabías que era tan peligroso como para hacerte daño o matarte al hacerlo?”
- “¿Alguna vez te has hecho daño a ti mismo o lo has intentado?”
- “¿Alguna vez has intentado matarte?”
- “¿Alguna vez has pensado o tratado de suicidarte?”
Al evaluar la presencia y el grado de intención suicida se debe tener en cuenta que el intento de suicidio conlleva un balance entre el deseo de morir y de vivir. Hay que dirigir la importancia a la severidad del comportamiento, los esfuerzos realizados para ocultarlo y evitar el descubrimiento, y la formulación de planes específicos (Ej. “¿Hiciste algo para prepararte para matarte?”, “¿Has pensado que lo que hacías te podría matar?”). Los niños y adolescentes sistemáticamente sobrestiman la letalidad de los diferentes métodos de suicidio.
También hay que evaluar la motivación, por ejemplo, el deseo de llamar la atención, de generar un cambio en las relaciones interpersonales, de reunirse con algún ser fallecido, evitar una situación intolerable o de vengarse. Si estas motivaciones no han sido satisfechas en el momento de la evaluación, puede estar aún presente una elevada intención suicida.
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