La
necesidad de un Educador Divino
-DIOS se dirige a Baháulláh como Su Manifestación
Divina
-La necesidad de seguir las enseñanzas de las manifestaciones
Divinas
La necesidad de un Educador Divino:
Cuando reflexionamos acerca de la existencia, vemos que los reinos
mineral, vegetal, animal y humano requieren un educador.
La tierra inculta se convierte en una selva donde crecen las
malezas; pero si se encuentra un agricultor que la cultive, produce
cosechas con que alimentar a las criaturas vivientes. Por tanto, es
evidente que el suelo requiere la labranza del agricultor. Fíjate
en los árboles: si no tienen quien los cultive no llegan a
fructificar, y sin fruto resultan inútiles. En cambio, si reciben
el cuidado de un jardinero, los árboles antes estériles dan frutos.
Gracias al cultivo, los abonos y los injertos, los árboles que sólo
entregaban frutos amargos los entregan dulces. Estos son argumentos
racionales. Hoy día los pueblos del mundo necesitan argumentos
basados en la razón.
Sucede lo mismo con respecto a los animales. Observa el modo como
el animal se vuelve dócil cuando se le amaestra. Así también con el
hombre: si no recibe educación se vuelve bestial. Es más, si
permanece bajo el dominio de la naturaleza, llega a ser inferior al
animal, mientras que si es educado, se convierte en un ángel. La
mayor parte de los animales no devoran a los de su propia especie;
pero los hombres del Sudán, en África Central, se matan y devoran
entre sí.
Ahora bien, observa que es la educación la que hace que Oriente y
Occidente estén bajo la autoridad del hombre; la que produce
industrias maravillosas; la que difunde las gloriosas ciencias y
artes; la que hace que se manifiesten nuevos descubrimientos e
instituciones. Si no existiera un educador, no habría humanidad,
civilización o comodidades. Un hombre abandonado en un yermo donde
no llegara a conocer a ninguno de sus semejantes, se convertiría a
no dudarlo en una simple bestia. Resulta evidente, pues, que hace
falta un educador.
Ahora bien, la educación es de tres clases: material, humana y
espiritual. La educación material se ocupa del progreso y
desarrollo del cuerpo (mediante el alimento, comodidad y
tranquilidad materiales). Tal educación es común a hombres y
animales.
La educación humana comporta civilización y progreso, o lo que es
lo mismo, administración, obras benéficas, comercio, artes y
oficios, ciencias, grandes inventos, descubrimientos e
instituciones especiales, actividades todas propias del hombre y
que lo distinguen del animal.
La educación divina es la que procede del Reino de Dios. Se trata
de la verdadera educación y consiste en la adquisición de las
perfecciones divinas. En efecto, en ese estado el hombre se
convierte en el centro de las bendiciones divinas, en la
manifestación de las palabras "hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza".
Necesitamos un educador que sea al mismo tiempo educador en los
dominios material, humano y espiritual, cuya autoridad sea eficaz
en todas las condiciones. En este sentido, si alguien adujese "yo
poseo comprensión e inteligencia perfectas; no necesito tal
educador", negaría lo que es claro y evidente. Sería como si un
niño dijera "no me hace falta la educación; voy a actuar de acuerdo
con mi entendimiento e inteligencia y así obtendré las perfecciones
de la existencia"; o como si un ciego afirmase "yo no necesito los
ojos pues hay ciegos que viven sin problemas".
A tenor de lo dicho, resulta evidente que el hombre necesita un
educador que sea incuestionable e indudablemente perfecto en todo
respecto, un educador que se distinga por sobre todos los hombres.
De no ser así, si fuese como el resto de la humanidad, no sería su
educador. Ello resulta tanto más cierto si se tiene en cuenta que
el educador lo es en lo material, humano y espiritual. Es decir, el
educador debe enseñar a los hombres a conformar un orden social, a
organizar y conducir los asuntos materiales de modo y manera que la
solidaridad y la ayuda mutua tomen cuerpo, y los asuntos materiales
sean organizados en previsión de cualquier eventualidad.
Análogamente, el educador ha de serlo en lo humano, en otras
palabras, debe educar la inteligencia y el pensamiento de modo tal
que alcancen un desarrollo completo, para que así la ciencia y el
conocimiento se ensanchen, y la realidad de las cosas, los
misterios de los seres y las propiedades de la existencia lleguen a
ser descubiertos; para que día a día la educación, los inventos y
las instituciones mejoren, haciendo posible que partiendo de las
cosas perceptibles puedan extraerse conclusiones
intelectuales.
Además, el educador, debe impartir la educación espiritual, para
que la inteligencia y la comprensión lleguen a penetrar en el mundo
metafísico, y beneficiarse mediante la brisa santificadora del
Espíritu Santo y establecer relación con el Concurso Supremo. Debe
educar de tal manera la realidad humana que ésta se convierta en el
centro de la aparición divina, en grado tal que los atributos y
nombres de Dios resplandezcan en el espejo de la realidad del
hombre, cumpliéndose así el santo versículo "hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza".
Es evidente que el poder humano no alcanza a cumplir una misión tan
elevada, y que la razón por sí sola no podrá asumir una
responsabilidad tan pesada. ¿Cómo es posible que una persona
completamente sola, sin ayuda ni respaldo alguno, establezca los
cimientos de tan noble construcción? Para acometer esa tarea se
requiere alguien que dependa de la ayuda del poder espiritual y
divino. Una sola Alma Santa confiere vida al mundo de la humanidad,
muda el aspecto del globo terrestre, hace que progrese la
inteligencia, establece los criterios de la vida nueva, establece
nuevos cimientos, organiza el mundo, reúne a las naciones y
religiones bajo la sombra de un mismo estandarte, libera al hombre
del mundo de las imperfecciones y vicios para inspirarlo con el
deseo y la necesidad de las perfecciones naturales y adquiridas. A
decir verdad, nada que no sea un poder divino podría realizar
tamaña empresa. Deberíamos sopesar lo dicho con justicia, pues tal
es la función de la justicia.
¡Sin ayuda ni concurso ajeno, una sola Alma Santa puede promover
una Causa que los gobiernos y pueblos del mundo se hayan visto
incapaces de difundir valiéndose de todas sus fuerzas y ejércitos!
¿Hay acaso poder humano capaz de conseguir esto? ¡No, en el nombre
de Dios! Por ejemplo, Cristo, solo y desasistido, enarboló el
estandarte de la paz y la equidad, hazaña ésta que los gobiernos
victoriosos, con todas sus huestes, no habrían logrado realizar.
Piensa en el destino de tantos y tan diferentes imperios y pueblos:
el Imperio Romano, Francia, Alemania, Rusia, Inglaterra, todos
ellos fueron congregados bajo un mismo pabellón. Es decir, la
aparición de Cristo produjo una unión tal entre esta diversidad de
naciones como para que, bajo su influjo, algunas llegasen a
sacrificar sus vidas y posesiones en aras de las otras. Después de
la era de Constantino, responsable de la exaltación del
cristianismo, surgieron divisiones en el seno de la cristiandad. Me
explico, si bien Cristo unió a estas naciones, poco después de
cierto tiempo, los gobiernos se convirtieron en fuente de
discordias. Dicho de otra manera, Cristo sostuvo una Causa que los
reyes todos de la Tierra no lograron establecer: unió las distintas
religiones, cambió las costumbres ancestrales. Considera cuán
grandes eran las diferencias que existían entre los romanos,
griegos, sirios, egipcios, fenicios, israelitas y otros pueblos de
Europa. Cristo eliminó tales diferencias transformándose en causa
de amor entre los citados pueblos. Si bien pasado algún tiempo, los
gobiernos destruyeron la unión así lograda, la obra de Cristo fue
llevada a término.
Por consiguiente, el Educador Universal debe serlo al mismo tiempo
en lo material, humano y espiritual, y debe poseer un poder
sobrenatural para ocupar la posición del maestro divino. Si no
manifestase ese poder santificado, no podría educar; pues si fuese
imperfecto ¿cómo habría de conferir una educación perfecta? Si
fuese ignorante ¿cómo podría conferir sabiduría a los demás? Si
fuese injusto ¿cómo podría conseguir que otros se volvieran justos?
Si fuese mundano ¿cómo habría de hacer para que los demás se
volvieran celestiales?
Reflexionemos entonces con imparcialidad: ¿han estado dotadas o no
han estado dotadas las Manifestaciones Divinas de los citados
requisitos? Si no hubieran poseído tales requisitos, no habrían
sido verdaderos Educadores.
Por tanto, ha de ser nuestra la tarea de demostrar a los
reflexivos, mediante argumentos racionales, la condición profética
de Moisés, de Cristo y de las demás Manifestaciones Divinas. Las
pruebas que aportamos no se basan en argumentos tradicionales, sino
en argumentos racionales.
Ya se ha demostrado con argumentos racionales que el mundo de la
existencia precisa extremadamente de un educador, y que su
educación debe llevarse a cabo por medio del poder divino. No
existe duda de que este poder sagrado es la revelación, y que el
mundo ha de ser educado por medio de ese poder, un poder que se
encuentra muy por encima del poder humano. (Contestaciones a unas
preguntas, Abdul´ l Bahá).
DIOS se dirige a Baháulláh como Su Manifestación Divina:
"Aquél que es Tu Recuerdo y quien ha apareado en el manto de
tu muy pura y augusta Belleza" y para Quien DIOS
"levantó el velo de gloria y descubrió el semblante de la
Belleza", Aquél a Quien Él designa como "Mi
Belleza". "La Manifestación de Tu belleza y el
Revelador de Tus signos". "Aquél Quien es Tu Belleza ha
sido establecido sobre el Trono de Tu Causa". "El Sol
de Tu Belleza".
Te hemos escogido para que seas nuestra poderosísima Trompeta cuyo
toque ha de señalar la resurrección de toda la humanidad.
Y cuando ocurrió Tu promesa y se hubo cumplido el tiempo fijado,
Aquel que es el Poseedor de todos los Nombres y Atributos fue hecho
manifiesto a los hombres.
Tu ser.
Tu Luz.
Tu Lámpara.
Aquél que habla en tu Nombre.
Aquél que es el Soberano Supremo.
Aquél que es el Revelador de los NOMBRES DE dios.
La Manifestación de Tus nombres.
El Portador de Tu nombre más sublime y exaltado.
El Manantial de Tu inspiración.
El Depositario de Tu sabiduría.
El Río que es en verdad la vida.
El Árbol de Tu unicidad.
Tu Prueba infalible para todos los hombres.
El Sol que brilla en el cielo de Tu voluntad.
Aquél a Quien has escogido por Tu mandato.
Aquél que es Tu exaltado y Supremo Recuerdo.
El Lugar del Amanecer de Tu inspiración y de Tu revelación.
El Lugar del Amanecer de Tus muy resplandecientes signos.
El Sol de Tu creación.
El Sol de Tu gloria.
El Sol de Tu justicia.
El Sol de Tu palabra.
El sol de la luz de Tu unidad.
La Aurora de Tu Esencia.
La Aurora de Tu Causa.
La Aurora de Tus títulos más excelentes.
La Aurora de Tu poder.
La Aurora de las luces de Tu rostro.
La imagen del Más Misericordioso.
Aquél... mediante Quien DIOS ha separado a los piadosos de los
impíos. (Baháulláh (La Gloria de DIOS).
Baháulláh es "El Organizador del planeta entero" y
"La fuente de la Más Grande Justicia."(Shoghi Effendi,
bisnieto de Baháulláh).
Títulos de Baháulláh: algunos de entre unos 63.
El Misericordioso. El Más Compasivo. El Perdonador. El Gran Dador.
El Horizonte de la Revelación. El Más Antiguo Nombre. El Más Grande
Nombre. El Más Grande Misterio.
La Más Exaltada pluma. La Más Exaltada Palabra. El Educador de
todos los seres. El Secreto manifiesto y oculto. El Mejor
Informado. La pluma de la Revelación. La Voz Divina. La Lengua del
Antiguo de los Días. El Vivificador del mundo. El Amado del mundo.
El Divino Árbol del Loto. La Paloma Mística. El objeto de la
adoración del mundo. El Tabernáculo de la Inmortalidad. La Más
Grande Luz. La Más Grande Ley. El Que Ayuda en el peligro. La
Bendita Belleza...( todos estos títulos describen Su propio
misterio, Su ternura, Su belleza y lo que significa su nombre ,
Baháullá : La Gloria de DIOS.
La Bendita Belleza sufrió durante 40 años destierros y
encarcelaciones, para poder darnos el Mensaje de DIOS. ¿Qué mayor
amor que éste: amor a DIOS y amor a nosotros, a toda la
humanidad.
La Antigua Belleza ha consentido ser encadenado para que la
humanidad sea liberada de su cautiverio, y ha aceptado ser
prisionero de esta poderosa fortaleza para que todo el mundo logre
la verdadera libertad. Ha bebido hasta los pozos de la copa del
dolor, para que todos los pueblos de la tierra alcancen felicidad
perdurable y sean colmados de alegría. (Baháulláh). El primer deber
prescrito por Dios a Sus siervos es el reconocimiento de Aquel que
es la Aurora de Su Revelación y la Fuente de Sus leyes, Quien
representa a la Deidad tanto en el Reino de Su Causa como en el
mundo de la creación. El que haya cumplido este deber ha logrado
todo bien; y el que esté privado de él se ha extraviado, aunque
fuese autor de toda obra justa. Incumbe a
Todo el que alcance esta muy sublime estación, esta cumbre de
trascendente gloria, observar cada uno de los preceptos de Aquel
que es el Deseo del mundo. Estos dos deberes son inseparables.
Ninguno es aceptable sin el otro. Así lo ha decretado Quien es la
Fuente de inspiración divina. Aquellos a quienes DIOS ha dotado de
perspicacia reconocerán fácilmente que los preceptos establecidos
por Dios constituyen el medio supremo para el mantenimiento del
orden en el mundo y la seguridad de sus pueblos. Quien se aparta de
ellos se cuenta entre los seres malignos y necios. En verdad, os
hemos ordenado rechazar los dictados de vuestras malas pasiones y
deseos corruptos, y no transgredir los límites que ha fijado la
Pluma del Altísimo, pues son éstos el hálito de vida para todas las
cosas creadas. Los mares de la sabiduría divina y la divina
expresión se han agitado por el soplo de la brisa del Todo
misericordioso: ¡apresuraos y bebed a plenitud, hombres de
entendimiento! Quienes han violado el Convenio de Dios quebrantando
Sus mandamientos, y se han vuelto atrás, ésos han cometido un
lamentable error a los ojos de Dios, el Poseedor, el Altísimo.
¡Pueblos del mundo! Tened por cierto que Mis mandamientos son las
lámparas de Mi amorosa providencia entre Mis siervos y las llaves
de Mi misericordia para con Mis criaturas. Así ha sido enviado
desde el cielo de la Voluntad de vuestro Señor, el Señor de la
Revelación. Si algún hombre probara la dulzura de las palabras que
han querido proferir los labios del Todo misericordioso, aunque
poseyera los tesoros de la tierra, renunciaría a todos y a cada uno
de ellos para poder vindicar la verdad de siquiera uno solo de Sus
mandamientos, los cuales brillan sobre la Aurora de Su generoso
cuidado y ternura. Di: De Mis leyes se desprende el fragante aroma
de Mi vestidura, y con su ayuda serán plantados sobre las cumbres
más altas los estandartes de la Victoria. La Lengua de Mi poder,
desde el cielo de Mi omnipotente gloria, ha dirigido a Mi creación
estas palabras: "Observa Mis mandamientos por amor a Mi belleza".
Feliz el amante que ha percibido la divina fragancia de su
bienamado en estas palabras, impregnadas del perfume de una gracia
que ninguna lengua puede describir. ¡Por mi vida! Quien haya bebido
el vino selecto de la equidad de manos de Mi generoso favor,
circulará alrededor de Mis mandamientos que brillan sobre la Aurora
de Mi creación.
No penséis que os hemos revelado un mero código de leyes. Antes
bien, hemos roto el sello del Vino selecto con los dedos de la
fuerza y del poder. De ello da testimonio lo que ha sido revelado
por la Pluma de la Revelación. ¡Meditad sobre esto, hombres de
discernimiento!
(Pasajes de los escritos de Baháulláh).
Es realmente sabio aquel a quien el mundo y todo lo que en él
existe no ha impedido reconocer la Luz de este Día, quien no ha
permitido que la vana palabrería de los hombres lo desvíe del
sendero de la rectitud. Es realmente como un muerto, aquel que en
el maravilloso amanecer de esta Revelación no ha sido revivido por
su brisa conmovedora. Es en verdad un cautivo aquel que no ha
reconocido al Supremo Redentor, pero que ha aceptado que su alma
este trabada, afligida y desamparada en las cadenas de sus deseos.
(Baháulláh).
...mi guía se detuvo por un momento mientras yo me quitaba los
zapatos. Entonces; con un rápido movimiento de la mano, retiró la
cortina, cuando yo hube pasado, la puso nuevamente en su sitio; y
me encontré en una gran habitación, a lo largo de cuyo lado de
fondo había un diván bajo, mientras que en la pared frente a la
puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque yo tenía una
vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de contemplar (pues
no me había sido proporcionada ninguna información precisa),
pasaron unos segundos antes de que, estremecido de asombro y
reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba
vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared,
distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada con un
tocado de fieltro, parecido a los llamados táj por los derviches,
pero diferente en la hechura y mucho más alto, y en cuya base
estaba arrollado un pequeño turbante. El rostro de Aquel a Quien
contemplé nunca lo podré olvidar y, no obstante, no puedo
describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer en mi propia alma;
en Su amplia frente había poder y autoridad, mientras que las
profundas arrugas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que
parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba que
descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba
preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante
Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los reyes podrían
envidiar y no por los cuales los emperadores suspiran en vano! Una
voz digna y suave me pidió que me sentara y continuó:
"¡Alabado sea DIOS por haber llegado hasta Mí!... Has venido
a ver a un prisionero y un desterrado... Nosotros sólo deseamos
el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos
consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de
la prisión y del destierro...Que todas las naciones tengan una
fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los
lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que
desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias
de raza. ¿Qué mal hay en esto?... pero esto se cumplirá, estas
luchas sin objeto, estas guerras desastrosas desaparecerán y la
"Paz Más Grande" reinará... Vosotros en Europa, ¿no
necesitáis también esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció
Cristo?... Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes
disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza
humana que en aquello que proporcionaría felicidad a la
humanidad... Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta
discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una
sola familia... Que ningún hombre se gloríe de que ama a su
patria; que más bien se gloríe de que ama a sus
semejantes..."
Éstas son, más o menos, las palabras que puedo recordar y que,
además de muchas otras, yo escuché de labios de Bahá u lláh. Que
aquellos que las lean consideren por sí mismos si tales doctrinas
merecen muerte y prisión, y si el mundo más probablemente gane o
pierda por su difusión. (Entrevista, visita realizada por Edgard
Granville Browne miembro del Pembroke collage, cambridge, y
eminente orientalista en años futuros. A Baháulláh en la primavera
de 1890 en Akká (Haifa, Israel).
El mensaje central que Bahá'u'lláh ofrece en este Día a la
humanidad es el de la unidad y la justicia. Dos citas a menudo
empleadas por los bahá'ís lo resumen: "Lo más amado de todo ante Mi
vista es la justicia'. "La Tierra es un solo país, y la humanidad
sus ciudadanos'. También afirmó: "El bienestar de la humanidad, su
paz y seguridad, son inalcanzables a menos que su unidad sea
firmemente establecida'.(unidad en diversidad). Esta es la
recomendación de Dios, el divino y omnisciente Médico, para nuestro
desfalleciente mundo. Pronto el viejo orden será enrollado y uno
nuevo será desplegado en su lugar. (Baháulláh (La Gloria de
DIOS.
"¡OH Señor! Haz que se manifiesten en tus países almas humildes y
sumisas con sus rostros iluminados por los rayos de guía,
desprendidas del mundo, que alaben tu Nombre, proclamen tu alabanza
y difundan la fragancia de tu santidad entre la humanidad."
"¡OH Dios, mi Dios! Ayuda a tus siervos leales a tener corazones
afectuosos y sensibles. Asísteles para que difundan, entre todas
las naciones de la tierra, la luz de guía que proviene del concurso
de lo Alto."(Baháulláh).
-La necesidad de seguir las enseñanzas de las manifestaciones
Divinas:
PREGUNTA: ¿Qué necesidad tienen de las enseñanzas divinas quienes,
considerándose independientes de ellas, destacan por sus obras
bondadosas y por su benevolencia hacia todos? Me refiero a personas
poseedoras de una conducta digna de alabanza, movidas por el amor y
la amabilidad hacia todas las criaturas, animadas por su
preocupación para con los pobres y por sus esfuerzos en aras de la
paz universal. ¿Cuál es la condición de dichas personas?
RESPUESTA: Has de saber que tales obras, tales esfuerzos y tales
palabras son dignos de alabanza y aprobación, y que constituyen la
gloria de la humanidad. Así y todo esas obras, por sí solas, no son
suficientes; son un cuerpo de gran encanto, pero carente de
espíritu. No, la causa de la vida perdurable, del honor eterno, de
la iluminación universal, de la salvación y prosperidad verdaderas,
es ante todo el conocimiento de Dios. Sabido es que el conocimiento
de Dios trasciende todo conocimiento y que es la mayor gloria del
mundo humano. Pues del conocimiento de la realidad de las cosas se
deriva el beneficio material gracias al cual progresa la
civilización. Pero el conocimiento de Dios es la causa del progreso
y la atracción espirituales; por su intermedio se consiguen la
percepción de la verdad, la exaltación de la humanidad, la
civilización divina, la rectitud moral y la iluminación.
En segundo lugar, viene el amor a Dios, cuya luz brilla en la
lámpara de los corazones de quienes conocen a Dios. Sus brillantes
rayos iluminan el horizonte y otorgan al hombre la vida del Reino.
En verdad, el fruto de la existencia humana, es el amor a Dios, por
cuanto ese amor es el espíritu de vida y la gracia eterna. Si el
amor a Dios no existiera, el mundo contingente se hallaría en
tinieblas; si el amor a Dios no existiera, los corazones de los
hombres estarían muertos y privados de las sensaciones propias del
existir; si el amor a Dios no existiera, la luz de la unidad no
iluminaría a la humanidad; si el amor a Dios no existiera, el Este
y el Oeste no se abrazarían entre sí como dos amantes; si el amor a
Dios no existiera, la división y la desunión no se transformarían
en fraternidad; si el amor a Dios no existiera, la indiferencia no
desembocaría en el cariño; si el amor a Dios no existiera, el
extraño no se convertiría en amigo. El amor en el mundo humano ha
brillado por el amor a Dios y ha aparecido por la bondad y la
gracia divinas.
Es evidente que la realidad de la humanidad es diversa, que las
opiniones varían y que los sentimientos difieren; como evidente es
que tal diferencia de opiniones, pensamientos, inteligencia y
sentires entre las razas humanas surgen de una necesidad esencial.
Las diferencias de las criaturas en los planos del ser constituyen
uno de los requisitos de la existencia (la cual se despliega en una
infinidad de formas). Por tanto, precisamos de un poder universal
que domine los sentimientos, las opiniones y los pensamientos de
todos, un poder gracias al cual estas divisiones no trasciendan, un
poder que dé amparo a todos los hombres bajo el pabellón de la
unidad. Es claro y evidente que el mayor poder del reino humano es
el amor a Dios. El amor a Dios reúne a la diversidad de los pueblos
bajo la sombra de la tienda del afecto. Confiere a familias y
naciones, otrora antagonistas y hostiles, el amor y la unidad más
grandes.
Observa como después de Cristo, mediante el poder del amor a Dios,
cuántas naciones, razas, familias y tribus se cobijaron a la sombra
de la Palabra de Dios. Las divisiones y diferencias de un millar de
años se desvanecieron del todo. Las nociones de raza y patria
desaparecieron por completo. La unión de almas y seres se consumó,
y todos se convirtieron en cristianos verdaderos y
espirituales.
La tercera virtud de la humanidad es la benevolencia, que sirve de
fundamento a las buenas obras. Algunos filósofos consideran que la
intención es superior a la acción, ya que la benevolencia, siendo
luz absoluta, se halla purificada y santificada de las impurezas
del egoísmo, de la enemistad, y del engaño. Ahora bien, entra
dentro de lo posible que un hombre realice una obra que en
apariencia sea justa, pero que en realidad esté motivada por la
codicia. Por ejemplo, un carnicero cría una oveja y la protege.
Semejante conducta por parte del carnicero se rige por fines de
lucro, el resultado de cuyos esmeros es el sacrificio de la pobre
oveja. ¡Cuántas buenas obras obedecen a la codicia! Mas la
benevolencia está santificada de tales impurezas.
Brevemente, si al conocimiento de Dios se suma el amor a Dios, la
atracción, el éxtasis y la buena voluntad, la obra justa resulta
entonces cabal y perfecta. De lo contrario, de no estar asentada en
el conocimiento de Dios así como en el amor a Dios y en una
intención sincera, aun la obra buena y loable se torna imperfecta.
Por ejemplo, el ser humano debe reunir todas las perfecciones para
que pueda decirse perfecto. La vista es sumamente apreciada y
estimada, mas debe contar con la asistencia del oído; el oído es
muy apreciado, mas debe contar con el poder de la palabra; el poder
de la palabra es muy grato, mas debe contar con el poder de la
razón, y así sucesivamente. Lo mismo ocurre con los otros poderes,
órganos y miembros del hombre. Cuando se da una conjunción de todos
esos poderes, sentidos, órganos y miembros, el hombre es
perfecto.
En el mundo actual nos encontramos con personas deseosas del bien
público, personas entregadas, según su capacidad, a proteger a los
oprimidos, socorrer a los pobres y apoyar con entusiasmo la paz y
el bienestar universales. Son personas que, si bien son perfectas
en este sentido, resultan imperfectas si están desprovistas del
conocimiento y del amor de Dios.
El médico Galeno, en su comentario al tratado de Platón sobre el
arte de gobernar168 afirma que los principios fundamentales de la
religión ejercen gran influencia sobre la civilización. Arguye que
"la multitud no puede seguir el hilo argumental de las
explicaciones filosóficas; y que por esta razón, necesita de
símbolos que anuncien las recompensas y los castigos del otro
mundo. La prueba de la verdad de esta afirmación -asegura- es que
hoy vemos a unas gentes llamadas cristianas, que creen en las
recompensas y los castigos. Y esta secta manifiesta obras hermosas,
como las que realiza un verdadero filósofo. Vemos claramente que no
sienten temor hacia la muerte, que no esperan ni desean nada de la
multitud, salvo justicia y equidad, por lo que merecen ser
considerados verdaderos filósofos".
Pues bien, repara en cuál no sería el grado de sinceridad, celo,
espiritualidad, amistad, y las buenas obras de un creyente en
Cristo como para que Galeno, el médico filósofo, que no era
cristiano, rindiese tributo a su refinamiento moral y virtudes
describiéndolo como auténtico filósofo. Esas virtudes y esa moral
no se consiguieron sólo exhibiendo obras buenas. Si la virtud se
redujera a una cuestión de hacer y recibir el bien ¿por qué no
habríamos de alabar la lámpara encendida aquí presente, cuya
iluminación resulta indudablemente beneficiosa? Gracias a su calor
y a su luz el sol permite que todos los seres de la tierra se
multipliquen, crezcan y se desarrollen. ¿Existe favor mayor que
éste? Sin embargo, como ese bien no proviene de la benevolencia,
amor y conocimiento de Dios, es imperfecto.
Cuando, por el contrario, una persona tiende un vaso de agua hacia
otra persona, ésta se siente agradecida y así lo hace saber. Algún
irreflexivo podría alegar: "Este sol que otorga luz al mundo, esta
diáfana y suprema generosidad, debe ser adorado y alabado. ¿Por qué
no habríamos de dar gracias al sol por su generosidad cuando
quedamos agradecidos con quien realiza un simple acto de cortesía?"
Más si somos honestos en nuestra indagación de la verdad, vemos que
el acto insignificante de cortesía se debe a sentimientos
conscientes y reales, y por ende dignos de alabanza. En contraste,
la luz y el calor del sol no se deben a sentimientos ni a
conciencia alguna, por lo que no son dignos de elogio o alabanza,
ni son acreedores de nuestra gratitud y agradecimiento.
De igual manera, cuando alguien realiza una obra buena, aunque ésta
sea digna de elogio en cuanto tal, resulta imperfecta si no se
funda en el amor y en el conocimiento de Dios. Ahondando más, si
reflexionas con justicia, observarás que las buenas obras de
quienes ignoran a Dios también se deben fundamentalmente a las
enseñanzas divinas. Vale decir que los Profetas del pasado son
responsables de que hoy se realicen esas mismas obras. Ellos fueron
quienes explicaron la belleza de obrar el bien, quienes expusieron
sus consecuencias gloriosas. Con la difusión sucesiva y repetida de
enseñanzas tales, los hombres tornaron sus corazones hacia las
virtudes. Sintiendo que eran hermosas y que eran motivo de alegría
y felicidad, las siguieron.
Por consiguiente, tales actos también provienen de las enseñanzas
de Dios. Pero para comprender este asunto no ha menester de
controversia, ni de discusión, sino de justicia. Alabado sea Dios,
pues tú has estado en Persia y has visto como los persas, gracias a
las santificadas brisas de Bahá'u'lláh, son ahora benevolentes para
con la humanidad. En tiempos pasados, atormentaban al extranjero
con que se cruzasen; llenos de la enemistad, el odio y la
malevolencia más acérrimos llegaban al extremo de arrojarle
inmundicias. Quemaban los libros del Evangelio y la Torah, y si sus
manos se contaminaban al tocarlos, se las lavaban. Actualmente, en
sus reuniones y asambleas la gran mayoría de esos persas recitan y
entonan dignamente el contenido de estos dos Libros, comentan e
interpretan sus enseñanzas. Muestran hospitalidad hacia sus
enemigos. Tratan a los lobos sanguinarios con delicadeza, como a
las gacelas que moran en las planicies del amor de Dios. Tú has
observado sus costumbres y hábitos, y has oído acerca de las
costumbres de los persas de otros tiempos. Tamaña transformación de
la moral, semejante mejoramiento de la conducta y de la palabra
¿son acaso posibles si no es mediante el amor a Dios? No, por Dios.
Si con la ayuda de la ciencia y el conocimiento tratásemos de
inculcar esa moral y esas costumbres, en verdad, se necesitaría un
millar de años, y aun así no se difundirían entre el común de las
gentes.
Hoy en día, gracias al amor a Dios, dicho anhelo ha sido alcanzado
con la mayor facilidad.
¡Estad. prevenidos, OH poseedores de
inteligencia!
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