El atentado contra los bienes materiales:
Si los bienes que uno posee son como una prolongación o una pertenencia de la persona, todo atentado contra los bienes es una ofensa a la persona. Se puede atentar contra los bienes ajenos de muchas maneras, algunas de las cuales son:
a) El hurto: Hurtar es apoderarse del bien ajeno injustamente, y por lo común a ocultas, y sin que haya ni siquiera apariencia de legalidad. Si hay amenazas o violencia se llama robo. El hurto puede ser un pecado grave por la materia y las circunstancias. La gravedad depende del perjuicio causado al bien común.
b) El fraude: Es una acción que, engañando a una persona, le causa un daño en sus intereses materiales. El fraude va asociado a la malicia de la mentira y de la injusticia.
c) La usura: Usurero es aquel que intenta sacar provecho de la necesidad del prójimo, exigiendo un precio o un interés injusto por lo elevado del mismo. No solamente es pecado de injusticia, sino una falta de amor absolutamente grave por abusar de la miseria ajena para el propio enriquecimiento.
d) La irresponsabilidad: Son muchos los pecados de omisión procedentes de la falta de responsabilidad por los bienes ajenos. Quien por razón de su posición, de su oficio o de cualquier contrato, tiene la gestión o la protección del bien ajeno y con todo descuida sus responsabilidades, peca no sólo contra el prójimo, sino también contra la fidelidad y, a menudo, contra la justicia.
e) La avaricia: Es el apetito desordenado de los bienes materiales e induce a la tacañería y a la codicia, tratando de acumular más y más riquezas por motivos egoístas. Este vicio contradice a la justicia y al amor y es fuente de muchos pecados.
Todos estos pecados, que comportan una ofensa a la justicia y un daño al prójimo, exigen una adecuada reparación o restitución.
Junto al amor a Dios está el amor al prójimo, como primer precepto y fuente de toda virtud, lo que compendia todos los mandamientos; o mejor aún, todo el cristianismo. Por eso la apertura progresiva al amor es el gran recurso para santificarse y el medio para transformarse hacia Dios. Uno es cristiano en la medida en que acepta y vive el único amor dentro del Reino de Dios. Debemos abandonar el desamor para refugiarnos en la solidaridad humana, en donde reside el amor.
“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a los hermanos. Quien no ama permaneces en la muerte”. 1 Juan 3:14
BIBLIOGRAFIA
*AAVV Praxis cristiana (varios autores) *Agustín de Hipona “La ciudad de Dios” (De civitate Dei) *Antonio Royo Marín “Teología moral para seglares” *Bernhard Haring “Libertad y felicidad en Cristo” *Biblia de Jerusalén Editorial Desclée Brouwer, S.A., 1998 *C D F Congregación para la Doctrina de la Fe (Donum Vitae) *Erich Fromm “El corazón del hombre” *Familiaris Consortio Juan Pablo II, 1981 *Gaudium et Spes Concilio Vaticano II, 1965 *Humana Vitae Pablo VI, 1968 *Luis Mariotti (Rev.) “Sois hijos de la Luz” *Marciano Vidal “Moral de las actitudes” *Ricardo Sada/Alfonso Monroy “Curso de Teología” *Roger Garaudy “¿Tenemos necesidad de Dios?” (Avons-nous besoin de Dieu?) *Urbano Sánchez García “La opción cristiana” |
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