Darse
Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor.
Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones.
Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque el uno mata al otro.
En este nivel la humildad y la caridad llevan una a la otra. Una persona humilde al librarse de las de la soberbia ya es capaz de querer a los demás por sí mismos, y no sólo por el provecho que pueda extraer del trato con ellos.
Cuando la humildad llega al nivel de darse se experimenta más alegría que cuando se busca el placer egoístamente.
La única vez que se citan palabras de Nuestro Señor del Evangelio en los Hechos de los Apóstoles dice que se es más feliz en dar que en recibir.
La persona que es generosa experimenta una felicidad interior desconocida anteriormente en su vida.
A San Antonio Abad Dios le hizo ver el mundo sembrado de los lazos que el demonio tenía preparados para hacer caer a los hombres. El santo, después de esta visión, quedó lleno de espanto, y preguntó:
"Señor, ¿quién podrá escapar de tantos lazos?". Y oyó una voz que le decía: "Antonio, el que sea humilde; pues Dios da a los humildes la gracia que necesitan, mientras que los soberbios van cayendo en todas las trampas que el demonio les tiende sin que ellos mismos se den cuenta".
Solamente la gracia de Dios puede darnos la visión clara de nuestra propia condición y la conciencia de su grandeza que origina la humildad.
Hemos de desearla y pedirla incesantemente, convencidos de que con esta virtud y con el amor de Dios, seremos capaces de grandes empresas.
Aprenderemos a ser humildes meditando en la vida de la Virgen María y uniéndonos a ella en oración.
La mujer más humilde y por eso también la escogida de Dios; la más grande. La esclava del Señor; la que no tuvo otro deseo que el de hacer la voluntad de Dios.
Sin embargo, para llegar a la modélica humildad de María, debemos atravesar cuatro marcadas etapas o grados: conocerse, aceptarse, olvidarse de sí mismo y darse a los demás. Analicemos a continuación cada uno de esos grados.
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