Las emociones negativas producen una alteración del estado de ánimo. Según la obra de Antonio Vallés, Inteligencia emocional. Aplicaciones educativas (2000), desde el punto de vista neuroanatómico las emociones negativas, y en especial las extremas, parecen evitar la parte pensante del cerebro (la corteza) y actúan en el centro de control emocional (la amígala). Son más fáciles de evocar que las emociones positivas y, según la ley de la asimetría hedónica de Fridja (1988), tienen una duración mayor, de unos 110 minutos de media aproximada, en comparación con los 40 minutos de las emociones placenteras.
El hecho de que existan emociones negativas no implica su negación, aunque es preciso que el individuo se desembarace de ellas aceptándolas, afrontándolas y superándolas. Se recurre a la expresión de la emoción negativa de la manera más saludable posible para que no afecte ni al propio sujeto ni a su entorno más inmediato. La obra de Vallés describe emociones negativas tales como: la ira, el miedo, la ansiedad, la tristeza, la vergüenza, la aversión, la posesividad, la venganza y la avaricia, entre otras. A continuación me centraré en una emoción negativa que todo sujeto ha experimentado en alguna ocasión: los celos.
Los celos, denominados también celotipias, constituyen un sentimiento generalizado de envidia y resentimiento hacia otra persona que es considerara como una posible rival. El comportamiento cognitivo de una persona celosa es sumamente fabulador, imaginando situaciones y comportamientos de otras personas de manera errónea. En este estado afectivo, la persona siente angustia ante la posibilidad real o ficticia de que un rival le arrebate el objeto de su amor, apego, etc. El origen de los celos se encuentra en una necesidad compulsiva de recibir atención, de ser considerado por la persona afectivamente próxima y ser el centro único de referencia para los demás. Los celos que escapan al dominio personal provocan un estado cognitivo y afectivo caracterizado por: la ausencia de reflexión y análisis lógico-racional de los acontecimientos, actitudes tiránicas, quejas injustificadas, desconfianza respecto a la persona en cuestión y chantajes emocionales.
El origen de los celos patológicos puede encontrarse en deficiencias de la autoestima, en distorsiones cognitivas por interpretaciones erróneas, en la inseguridad personal y el déficit de control emocional.
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