No se trata de decir “Yo perdono pero no olvido” el perdón debe ser total, que sanen todas las heridas y no usarlo para presionar o conseguir ganar otras peleas, si nos perdonamos honesta y sinceramente, esa situación debe pasar al olvido.
Tampoco tenemos que confesar nuestros pecados con la pareja, para esto contamos con el sacerdote. Las situaciones que vamos a perdonar o con las cuales pedimos perdón, deben ser aquellas que como pareja, nos generan tensión, inestabilidad o dolor en la relación, se trata de nuestros sentimientos heridos.
Para sanar las heridas es de vital importancia la cercanía, las caricias, las demostraciones de amor, para recuperar la confianza y conseguir la sanación. Después de tomar la decisión de perdonar y sanar las heridas, ese acto de amor, de dar vida al otro, nos produce júbilo, nos quitamos un peso de encima, para darnos cuenta que no vale la pena pelear, nos ayuda a madurar, a evitar situaciones de pelea, quedando más predispuestos a perdonar.
Sí entendemos que perdonar es un Don que hemos recibido, por haber sido hechos a semejanza del creador, entonces debemos estar mejor dispuestos permanentemente a perdonar a los demás sus flaquezas, sus ofensas, porque si procedemos de esta manera, quizá también vamos a ser perdonados con la misma generosidad.
Sin embargo, más importante aún después de conseguir el perdón, es sanar completamente las heridas causadas con la ofensa. Cuando hicimos un motivo que ofendió a otra persona o nuestra pareja y lo reconocemos, debemos tomar la iniciativa para acercarnos lo antes posible, a pedir el perdón y cerciorarnos que esa persona quedó renovada con nuestra acción, que en ella desaparecieron los sentimientos de rabia, dolor u otros que le propiciara la ofensa, es decir, que quedó sanado su espíritu al generosamente otorgarnos su perdón.
Compartan un ejemplo personal, de una vez que se perdonaron. (La causa de la ofensa tiene que haber provenido de uno de los dos y no de una tercera persona). Ambos deben relatar sus reacciones ante el mismo hecho, dando mayor fuerza a los siguientes elementos: (La historia de cada uno muy corta, el énfasis debe ser en los sentimientos heridos). Como fue el proceso y como llegaron al perdón, expresando por las etapas que pasaron y las situaciones de dolor que la ofensa les causó. Si ésta situación dejó en ustedes huellas que los ha regresado en algunas oportunidades sobre el mismo suceso o si realmente hubo completa sanación.
El proceso sería así:
1-Ofensa.
2-Acercamiento para la reconciliación.
3-Diálogo y aceptación.
4-Perdón.
5-Luego sanar las heridas.
6- Recobrar el júbilo en la relación.
Según el estilo de cada pareja, algunas podrán pasar por alto cualquier paso, pero lo ideal es hacer el proceso completo, para evitar que queden abiertas las heridas y reaparezcan en otro momento de la vida, por no haberse sanado completamente.
Este proceso apunta a volverse un valor en nuestras vidas, el Don de perdonar, que no tardemos en otorgarlo o en pedirlo, cuando reconocemos que somos responsables por la acción que ha generado el dolor o la ofensa.
El perdonar es una decisión soportada en el amor que es la fuerza más grande que nos puede mover.
La generosidad que requiere el perdón, te engrandece de corazón y te asemeja a Dios en su benévola actitud de otorgarlo a todos, porque no somos perfectos.
Esto nos da a entender que igual como podemos fallarle a la persona que amamos, ella también puede fallarnos en cualquier momento, lo que podemos solucionar tomando la decisión de perdonar generosamente.
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