Don Diego, un anciano experto, juicioso, educado y generoso intenta hacer ver a Paquita la conveniencia de ser razonable antes de dar un paso tan trascendental como contraer matrimonio y le explica las ventajas que tiene el aconsejar sobre el mandar, para que pueda pensar con tranquilidad, y así evitarlas, en las posteriores consecuencias que se derivan de una obediencia ciega e irresponsable. Acaba su intervención pidiéndole que sea sincera como él y se conduzca de modo que, si encuentra otro marido más idóneo que él con el que pueda ser feliz, empleé la razón y luego se deje guiar por el corazón, porque de no hacerlo así, saldrían todos perjudicados.
ANÁLISIS
En primer lugar, como texto teatral que es, respeta la tipografía de este tipo de género: nombre de personaje y discurso que pronuncia (DON DIEGO.- ..., DOÑA IRENE.-..., DON DIEGO.-...). Y la ausencia de acotaciones y apartes, que irían entre paréntesis, no impide que siga existiendo el diálogo teatral. Las dos intervenciones del anciano van dirigidas a la niña, y de ahí que el tono empleado sea suave, didáctico, aconsejador..., aunque antes de iniciar la segunda, el tono, claramente amonestador, cambia al dirigirse a Doña Irene, la madre autoritaria, para pedirle que se calle y le deje terminar lo que tiene que decirle a su hija.
Respecto al lenguaje empleado, destacamos los siguientes aspectos: en la primera línea aparece ya una de las palabras clave "mandar" seguida del campo semántico de la otra, "aconsejar" (insinúan, proponen, aconsejan). De la oposición de ambas surge la construcción del texto y las expresiones principales del mismo: desde la oración exclamativa primera (¡Mandar, hija mía!), en la que se refleja ya el primer reproche del anciano, y que, enseguida se intensifica con la siguiente (¡Pero mandar...!), en la que la presencia de la conjunción "pero" que la encabeza denota clara oposición al acto de aconsejar, la intervención de Don Diego se articula en oraciones interrogativas retóricas en las que las afirmaciones correspondientes están implícitas: "¿Y quién ha de evitar...?" (nadie podrá evitar las funestas consecuencias de mandar mal), "¿Pues cuántas veces vemos matrimonios infelices...?" (Muchas veces vemos matrimonios desdichados por actuar así).
En la segunda intervención don Diego hace un retrato de sí mismo (apenas algún adjetivo y algunos nombres abstractos, complementados bastan: odia la violencia, es ingenuo, su corazón siente lo que dice su lengua y al revés, o sea, es sincero, y eso mismo pide de ella: sinceridad. Existe también algún laísmo ("eso mismo la pido a usted"), propio del lenguaje de Madrid, alguna perífrasis ( "aquel inocente asilo de la devoción y la virtud", por convento, lugar donde se ha educado Paquita hasta poco antes de llegar a la acción principal de la obra), algún diminutivo valorativo ("cuidadillo"), etc.
CONCLUSIÓN
Lo más destacado del texto es la adecuación del lenguaje escogido (comedido, suave, didáctico...) de un anciano generoso y experto en la vida a una situación de tanta importancia como el de contraer matrimonio, y más cuando va dirigido a una niña cuya primera inclinación es obedecer a su madre, en una época en que las hijas eran educadas para casarse con alguien que les reporte sobre todo seguridad y bienestar económico, sin tener en cuenta si hay amor o no entre los contrayentes o excesiva diferencia de edad entre ambos.
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