Con lo que respecta a la posición física de las pirámides en
relación a las tres estrellas del cinturón de Orión, podemos
afirmar los siguientes hechos:
- Las tres estrellas están alineadas en
dirección sudoeste mientras cruzan el meridiano.
- Las tres Pirámides están alineadas en
dirección sudoeste orientadas al meridión.
- La estrella más alta Delta Orionis, está
ligeramente desviada hacia el este de la diagonal que proyectan las
otras dos estrellas.
- La Pirámide del Sur, Micerinos está
ligeramente separada hacia el este con respecto a la línea diagonal
proyectado por las otras dos pirámides.
- Delta Orionis es también mucho menos
brillante que las otras dos estrellas, las cuales son de una
magnitud muy similar (magn. 2.20, comparado con 1.70 y 1.79).
- La Pirámide de Micerinos es también mucho más
pequeña que las otras dos pirámides las cuales son de una altura
muy parecida (65 metros comparados con 147 y 143 metros).
- La estrella del centro, Epsilon se encuentra
casi equidistante a las otras dos estrellas.
- La Pirámide del medio, la de Kefrén, es casi
equidistante a las otras dos pirámides.
Imagen 9: comparación angular y posicional de las tres
pirámides con las estrellas del cinturón de Orión. Obsérvese la
gran semejanza.
En 1998, Bauval vería respaldada su hipótesis con la publicación de
la nueva obra El espejo del paraíso, de Graham Hancock. Este libro
era el resultado de varios viajes en busca de pruebas que
demostrasen que en la noche de los tiempos ya existieron pueblos
con avanzados conocimientos astronómicos tales como la precesión de
la Tierra. Su opinión se basaba en estudios anteriores realizados
por la Universidad de Frankfurt y el Instituto Tecnológico de
Massachusetts en 1969. Argumentaban que en los mitos de pueblos de
todo el mundo existen suficientes indicios para sostener la
existencia de un saber astronómico al que sólo accedían ciertas
castas de iniciados. Un saber que podía comprender el fenómeno de
la precesión.
La precesión de la Tierra demuestra que las estrellas no están
siempre fijas en el firmamento, sino que se desplazan siguiendo un
ritmo muy particular y difícil de calcular. La existencia de ese
movimiento se deduce de la minuciosa observación de los movimientos
de las estrellas en la bóveda celeste a través de los siglos. Se
trata de un desplazamiento casi imperceptible, apenas un grado en
el firmamento cada setenta y dos años, que surge como consecuencia
del viaje de la Tierra a través del espacio. Alguien en el pasado,
sin satélites ni ordenadores, sin planisferios ni calculadoras, se
dio cuenta de ello.
Imagen 10: movimiento de precesión de la Tierra a lo largo de los
años.
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