En la antigüedad, desarrollar una aplicación para un sistema operativo Windows con lenguajes tales como Visual C++, Visual Basic o cualquier lenguaje de entorno de ventanas, era una tarea reservada sólo para Titanes y el lanzamiento de un nuevo programa era una gesta digna de ser cantada por Homero.
Ningún programa se “autocontiene” en lo referente a los algoritmos internos o piezas de programación, sino que hace uso de “librerías externas” o dlls que proveen funcionalidad extra y que no necesitan ser vueltas a programar en nuestros sistemas; lo cual brinda, en teoría, un excelente mecanismo de reutilización de código y los consiguientes beneficios en tiempos de desarrollo.
Pero…
Windows fue siempre un sistema operativo que crecía “sobre la marcha”, lo cual redundaba en la reescritura o simplemente la eliminación de esas bibliotecas a lo largo del tiempo. Por lo tanto, cualquier programa que hiciera uso de alguna de esas bibliotecas comunes, podía dejar de funcionar en la siguiente actualización. El trabajo de desarrollo se había vuelto tan bizarro que había que tener en cuenta: La versión del sistema operativo (Windows98, WindowsNT, Windows2000 o WindowsXP), la versión de la biblioteca, considerar si reemplazar esa biblioteca por la utilizada por nuestros programas (asumiendo los daños colaterales que eso podría producir, tales como hacer que otros programas dejaran de funcionar o colgar el sistema operativo entero), implementar un sistema de actualizaciones que tratara al menos de seguir la loca carrera de actualizaciones de Windows, llevar un cuidadoso registro de cada una de las versiones de nuestros programas y las bibliotecas que utilizaba en ese momento y una larga lista de etcéteras…
La tecnología .NET salió al ruedo para tratar de paliar esa caótica situación al proveer un único marco de referencia o framework para trabajar y que, al actualizarse, lo hace en su conjunto previendo compatibilidad hacia atrás, por lo que el impacto en programas escritos en otras versiones del mismo framework, no debería ser debastador. Es también un esfuerzo por emular a la tecnología que es su más grande competidora: JAVA, que ha demostrado ser mucho más estable, orientada al objeto, con enormes funcionalidades de trabajo en red y, siendo como es, independiente del sistema operativo (existe una máquina virtual java para cada sistema operativo existente, incluso para dispositivos celulares) permite llegar a muchísimos más usuarios. A punto tal que, para los desarrolladores en JAVA, la primera aproximación a esta tecnología es muchísimo más amigable y familiar por las similitudes en la filosofía de programación.
.NET, desde luego, permite una mayor integración a entornos Windows y una mayor “universalidad” (siempre dentro del marco de los productos del gigante del soft) ya que existe un framework (dotnet.exe) para todas las versiones de Windows.
Es una excelente elección si las plataformas de negocios o corporativa se encuentra basada en algún producto de Microsoft, si las soluciones Web necesitan responder a aplicaciones del mismo tipo o si se necesita una mayor integración entre distintos sectores que utilicen la misma tecnología.
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