Para los psiquiatras estadounidenses, deseosos de obtener entrenamiento psicoanalítico a mediados del siglo XX, esta ambición se tornaría en empresa espinosa. Los institutos acreditados eran escasos y las distancias entre ellos enormes.
Para los candidatos de Saint Louis y de Cincinnati habían dos posibilidades: Denver y Chicago. Chicago sería el preferido por disponer de la facultad más prestigiosa, encabezada por Heinz Kohut.
El entrenamiento era difícil por sus demandas extremas de orden pedagógicas.
Pero otras dificultades existían. Para los candidatos sería arduo, sino imposible, justificar a sus colegas, entrenados en facultades de tendencia organicistas, que los sacrificios que hicieran para ser analistas no eran por motivos de religión sino de ciencia --- lo que casi todos, escuchándolos, dudaban.
Los embates
Mientras tanto, encabezados por el controvertido psicoanalista renegado; egresado de Chicago, Thomas Szasz, y con la comparsa rítmica y sincrónica de Percival Bailey, neurólogo distinguido y psiquiatra de la Universidad de Chicago; se formaría un mariachi cacofónico dedicado a escribir artículos y libros cuyas miras derogatorias eran hacia el psicoanálisis --- para todos --- y, para Szasz, el inconformista: el psicoanálisis y la psiquiatría en todas sus permutaciones.
Para los candidatos, a veces se volvería difícil aceptar el dilema de defender el psicoanálisis --- obligación desagradable para la mayoría de quienes yo conociera --- ya que no había nada para nadie “defender”.
Crisis existencial, como Erikson nos diría.
Para todos sería como si estuvieran pasando por una rebelión de adolescencia, donde se anhelaba justificar a los padres --- aun venerados --- pero, queriendo, al mismo tiempo, alejarse de ellos, sin renunciar “al grupo”.
Tarea muy difícil, de veras…
Muchos desistieron del entrenamiento, concluyendo que el análisis era bueno, pero no tan bueno…
Sin embargo, detalles surgirían en nuestro entendimiento que serían difíciles de ignorar.
Giulia Farnese
Veamos
Los profesores más contumaces en la defensa de la psicofarmacología y en su oposición hacia el psicoanálisis --- por ellos considerado una actividad marginal --- cuando necesitaran terapia para ellos mismos, sus dependientes y seres queridos --- escogerían invariablemente a los psiquiatras que tuvieran orientación psicoanalítica.
¿Por qué? nos preguntábamos a nosotros mismos
Entonces, el otro aspecto más palmario. El aspecto del éxito terapéutico.
Nuestros casos, tratados con técnicas derivadas del psicoanálisis, eran más exitosos, en su desenlace final, que los de los demás; los que así no fueran tratados.
La razón por el éxito se compendiaba, cuando nos preguntaban, usando una muletilla sin significado especial: “asuntos de la técnica”.
“Asuntos de la técnica”. La posibilidad de acudir, en momentos difíciles, a un cuerpo de conocimientos teóricos que clarificaba la esencia del proceso. Uno de los logros mayores del genio de Freud.
Técnica. Algo que, todos quienes intentan practicar la terapia, desconociéndola, no pueden lograr exitosamente.
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