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Fotografía y retrato. Ensayo (2/2)

Autor: Pedro Taracena
Curso:
7/10 (3 opiniones) |2691 alumnos|Fecha publicación: 16/06/2009
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Capítulo 7:

 Paparazzi. Fotografía y retrato

En el área que contemplamos a continuación, el retrato, la imagen o la fotografía de una persona, apenas tiene importancia técnica o estética. Sin embargo toda la carga emotiva recae en el fotógrafo y su particular modo de robar las imágenes. Se le viene llamando Paparazzi y así se denomina al que tiene una conducta de fisgón, entrometido, sin escrúpulos mientras ejerce su oficio de fotógrafo. El nombre es debido al personaje Paparazzo de la película de Federico Fellini La Dolce Vita, y tras la película se denomina así a los fotógrafos de la denominada prensa rosa. Los paparazzi han provocado la molestia de figuras públicas, y se les ha acusado de provocar accidentes como el de la princesa Diana de Gales. Hace poco ha sido probado que el accidente de Diana de Gales no fue provocado más que por el exceso de velocidad y el estado ebrio del conductor y no por la prensa". De Wikipedia, la enciclopedia libre. Un `voyeur´ a la italiana: Por Lola Huete Machado

Paparazzi. Fotografía y retrato

El motor de Giuletta, su Alfa Romeo marrón, sonó por vez primera en las calles de Madrid en el año franquista de 1964. Aparcó por Goya. Y allí se le vio durante algún tiempo. "Apenas tres duros me costaba la casa", dice ahora, pasadas cuatro décadas, Settimio Garritano para presentarse. Sus credenciales: italiano, aventurero, vividor, fotógrafo freelance y, con el tiempo, pero él aún lo ignoraba, el primer paparazzi. Y enseña su obra: los retratos de gente que fue encontrando en su periplo español. Los muestra como si nada. Aunque quien los mire se quede mudo. Por la impresión. Y porque el único que habla es él. Sin parar. Como en una contrarreloj del recuerdo, Settimio cuenta, va y viene, describe, rebobina. De su boca borbotean imágenes, nombres y anécdotas que dibujan una España de los sesenta nueva; un país que él fotografió en blanco y negro, pero que en su discurso aparece pleno de color. Una sociedad vista con ojos del hombre que llegó de fuera. La mirada que completa el círculo de aquel tiempo en el que el país giraba sobre sí mismo: tres décadas autárquico, pobre y herido, desarrollista y aperturista ya en lo económico, pero aún con claroscuros en lo político, lo artístico, lo cultural.

Settimio se quedó cuatro años y hasta se casó aquí, con la húngara Katia ("En San Nicolás, un 15 de diciembre de 1965. ¿Que es mañana el aniversario? Dios mío, tengo que llamar a mi esposa..."). Era colaborador de la revista Oggi, de Gente, de Época... Y grabó en su Nikon F2 la vida en la capital, en la Marbella aún sin Puerto Banús (se inauguró en 1971), en la Costa del Sol y otras localidades. Se detuvo y entretuvo en un escenario concreto, con esa casta privilegiada, derrochadora, clasista y asimilada que fue la aristocracia de la época. Suyos son retratos de Carmen Bordiú, de Tita Cervera, de una duquesa de Alba treintañera: "Preferí siempre fotografiar en imágenes naturales, espontáneas y no en estudio o empleando luces artificiales o flases. Retratar la personalidad, eso era lo que me interesaba", dice. Coincidió Settimio también con esos artistas famosos, glamurosos, que habiendo descubierto el sabor rural peninsular llegaban desde Europa o Norteamérica en busca del sol y la juerga, de la farándula, las tardes de toros y toreros, las noches flamencas.

Y hasta con la familia real, entonces príncipes, y sus hijos intimó Settimio. Durante años recibió como felicitación de Navidad las fotos hogareñas de los Borbones Mete una mano en la cartera y ahí están: 1968, las infantas Elena y Cristina vestidas de faralaes; 1971, tres hijos ya en palacio, esta vez disfrazados de pastorcitos; 1972, toda la familia con un look más moderno, posando en una escalera... Y siempre la firma: "Juan Carlos y Sofía. Con cariño". Settimio dice: "Ha pasado ya tanto tiempo. Quizá el Rey me recordará todavía si me ve. Me gustaría que se acordara y fuera a visitar en primavera mi primera exposición en España". Será en Málaga, en La Casa Abierta (Intimidades. Realeza, famosos y gente guapa. España años sesenta. www.lacasaabierta.es).

Paparazzi. Fotografía y retrato

¿Cómo logró Settimio acercarse tanto a personajes que al común de los españoles, pobres y sin tele, le parecían de otra galaxia? Él da nombres que son, dice, pilares de su aventura. Alfonso de Hohenlohe fue uno. "Mayte, otro", dice, en referencia a María Teresa Aguado, del restaurante Mayte Commodore, en Madrid, a quien algunos identifican raudos como "espía del régimen". "Ella me presentó a todos los importantes. Tenía una costumbre bárbara: abría su casa a los amigos, a cualquiera, a las comidas, la piscina, las partiditas de mus...". Tercero, Menchu. Regentaba un bar en el Marbella viejo. "Las llevo en mi corazón". Fundamentales para el italiano fueron también muchos fotógrafos y periodistas del momento. Sobre todo, César Lucas y Antonio Olano. Con ellos montó la agencia Mundial Press, luego Cosmos Press. "Yo me ocupaba de lo internacional; César, de la foto nacional, y Olano, de los textos", dice.

Y tras las personas, el contexto: "Retraté aquel tiempo de una manera que ya no es posible: manteniéndome cercano a la gente. Daba igual que fueran famosos, financieros o príncipes. Todos eran campechanos, abiertos. Me encantaba lo del tuteo. Me presentaban a un banquero, por ejemplo, y enseguida: `¿Qué tal, Settimio? Vente a comer a casa, hombre´. Y así. Era increíble el país, el paisaje, la comida, esas fiestas de días", rememora hoy a sus 73 años, con su media melena canosa, su bigote amplio, vaqueros y camisa azulona, un chaleco de lana y una energía incontenible y tierna. Antes no existía eso "tan moderno" de los agentes o los representantes, dice. "Tanto intermediario que impide llegar a la persona, conversar, compartir el tiempo con los protagonistas de las fotos". Esta moda que viene de Norteamérica lo ha estropeado todo, afirma. "Yo ahora no podría trabajar del modo en que se trabaja, tan impersonal". La eficacia de su método ya extinto salta a la vista al contemplar sus retratos, muchos inéditos: "¿Sabes? Lo de archivar tampoco se practicaba antaño. También es cosa americana, desde Getty y Corbis... Antes tomabas fotos, publicabas y el resto lo abandonabas en un cajón... ¡Es en la jubilación cuando me he reencontrado con todo!". El valor añadido de su obra, la intimidad con los retratados, se aprecia sobre todo al observar a los Príncipes de España paseando acaramelados por La Zarzuela o haciendo carantoñas a su heredero. O a Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín junto a sus hijos en su casa de Somosaguas cuando aún las cosas les iban. Y tantos otros. Settimio disfrutó y compartió su tiempo con influyentes y famosos. ¿Se sintió controlado por el régimen de Franco? "Absolutamente no. Yo era joven, ajeno; sólo quería aventuras y fotos; era todo". El salvoconducto, asegura, consistía en no hablar nunca de política. Nunca. "Y llegar a la gente era fácil. En España, nadie llamaba a los Príncipes entonces para solicitar entrevistas porque no existían las revistas al estilo de hoy. Y tampoco había tantos periodistas extranjeros... Yo llamaba y decía `soy Garritano´, quiero hacer esto. Y me recibían. Y lo hacía".

Settimio, séptimo de nueve hermanos, llegó a la fotografía para salvarse de la pobreza en que vivía durante la Segunda Guerra Mundial: "Mi primer recuerdo es de mi madre angustiada porque no había nada para comer; de mi padre, bebiendo para no pensar". Cuando su pueblo, su familia, la provincia de Salerno, su horizonte se le hizo angosto, se enroló en aeronáutica militar y acabó en Roma pidiendo trabajo en la agencia de Elda Luxardo, madre del cineasta Dario Argento. "Trabajaba con celebridades. Allí aprendí todo. A mirar dentro de las personas". Tras su viaje español, regresó Settimio a su país y fundó su agencia, Star Press, aún activa.

Pero lo que le hizo mundialmente famoso fue un desnudo: pilló en cueros a Jacqueline Onassis un buen día de 1970 en Skorpios, la isla de Aristóteles Onassis. Un scop que lo convertiría en pionero del paparazzismo. Y ahí empezó otra era. Su caché ascendió a la estratosfera. Dicen muchos que Settimio se hizo rico. Él se ríe. Lo niega. Y miente, claro: su riqueza rezuma en sus fotografías.

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