La entrevista clínica puede ser definida como una relación humana e interpersonal que se establece entre dos o más personas, por medio de la cual el profesional de la salud, aplicando sus conocimientos científicos, procede a realizar una acción técnica para evaluar diagnóstica y terapéuticamente los problemas biológicos, psicológicos y sociales de los usuarios que demandan su servicio.
Esta definición hace referencia a algunos aspectos del encuentro entre el profesional sanitario y su paciente cuyo significado tiene unas dimensiones que es necesario explicar.
Señalaremos, siguiendo a Candib (1995), que una interacción aislada entre paciente y médico es muy diferente de una relación. Una interacción se caracteriza por un intercambio observable de comportamientos, mientras que una relación se distingue por cualidades más subjetivas, como el cuidado, la preocupación, el respeto y la compasión. Candib define el papel del médico como el «cuidar en relación». Como respuesta al paternalismo de los médicos (y también como resultado del consumismo de los pacientes), se ha defendido un modelo de interacción contractual que asigna al médico un rol como «cuidador de la salud», informativo pero emocionalmente independiente, que permite las decisiones propias de un paciente autónomo en un contexto de igualdad. Sin embargo, este enfoque resta profundidad a las importantes dimensiones de poder de la relación entre el profesional sanitario y el enfermo. El acto de cuidar a un paciente también cambia al médico, y existe una subjetividad mutua en la relación que crea en ambos, médico y paciente, la sensación de estar conectados, en sintonía, con coherencia emocional y compartiendo los mismos objetivos, ideas e intenciones respecto a su trabajo en común.
Por tanto, en el encuentro que se produce entre cualquier profesional sanitario y su paciente debemos considerar dos aspectos que son inseparables: uno es el aspecto técnico y otro es de tipo más personal, más en conexión con aspectos relacionales y de comunicación.
El primero abarca toda la carga de conocimientos técnicos y científicos que posee el profesional y que debe ser puesta a disposición del paciente en todo momento. Es mejorable y actualizable a través de formación continuada individual o institucional.
El segundo está sometido a innumerables factores y determinado por ellos: estado emocional de las personas, tipo de personalidad, características del espacio físico y del entorno en el que se desenvuelve el encuentro. En este aspecto es posible fomentar las habilidades de comunicación que posee el profesional sanitario, que aunque pueden ser innatas, son susceptibles de adquirirse, si no se poseen y de perfeccionarse.
Para desarrollar las funciones encomendadas a un buen profesional se deben combinar ambos aspectos en una proporción adecuada. Los profesionales sanitarios deben ser capaces de reconocer todas las circunstancias y elementos que pueden distorsionar su relación con los pacientes, porque en última instancia esas circunstancias pueden impedir la solución de problemas y crear la sensación de malestar y frustración tanto en los pacientes como en los propios profesionales.
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