Capítulo 1:
La postmodernidad nos ha arrastrado a un paradigma equivocado, son
múltiples los facilitadores, tan atrayentes, que poseemos
actualmente para esforzarnos cada día menos al realizar nuestras
tareas: automóviles, teléfonos, secadoras, alimentos rápidos,
hornos de microondas, y muchos más.
Se calcula que los avances tecnológicos de los últimos 50 años
superan toda la historia humana, en síntesis, producimos cada día
más y mejor, lo cual ha elevado nuestra calidad de vida, dotándonos
del recurso más valioso y no renovable: el tiempo, sin embargo, la
mayoría de los seres humanos, en lugar de utilizarlo para continuar
en permanente evolución, se han sumido en la apatía de querer
lograr todo sin esfuerzo, envolviéndonos en una nueva peste social:
la mediocridad.
Hemos sacrificado la felicidad por el placer, lo importante por lo
urgente, la trascendencia por la temporalidad, el largo plazo por
lo inmediato, podemos considerar que esto es la gran miopía de
nuestro tiempo, el consumismo nos ha consumido; así por ejemplo,
hemos preferido el placer de levantarnos tarde, sacrificando la
felicidad que nos puede producir realizar un trabajo puntual y bien
hecho; los jóvenes han optado por el placer de la droga en lugar de
un proyecto de vida; el alumno ha elegido el placer de no asistir a
clases, sacrificando su realización vocacional; el placer de
conectarse a la televisión arrojando nuestro tiempo a un bote de
basura, en lugar de utilizarlo en nuestra preparación y
desarrollo.
Este fenómeno podríamos extenderlo a cualquier campo, en la
empresa, atender solamente la demanda actual de nuestros clientes
sin planificar el futuro, disponer de utilidades hoy cuando se hace
necesario invertir para el mañana; en la familia, los padres
permisivos que buscan cosechar el agradecimiento de sus hijos sin
visualizar cómo lesionan su futuro, así se ha configurado una
generación de indolentes y apáticos que desean todo de la vida sin
esforzarse absolutamente en nada, excepto en disfrutar de inmediato
sin importar las consecuencias.
Los medios de comunicación se han hecho cargo de buena parte de
esta indolente tarea, pues los héroes tan gustados por nuestra
niñez y juventud representan personajes con éxito: Supermán, Rambo,
Batman, y tantos más; millonarios de todo tipo que tienen una
característica común: ninguno de ellos trabaja, viven del placer
que por arte de magia y sin esfuerzo alguno siempre están
cosechando. Ésta es la imagen que se ha trasmitido al inconsciente
colectivo de los televidentes, que el placer produce felicidad, lo
cual es falso, pues el placer es una consecuencia natural de la
felicidad, a menos que se produzca esa sensación de goce
provocándola con estimulantes externos, como drogas o
alcohol.
El no esfuerzo es uno de los principales antivalores a nivel
mundial, la flojera representa hoy uno de los elementos más nocivos
y ha gestado toda una generación de mediocres. En una encuesta
reciente, hecha en Latinoamérica, se identificó este antivalor como
el primero, en contraste con algunos países asiáticos que han
propuesto el valor del esfuerzo como el pasaporte inequívoco para
alcanzar el éxito.
Es un instinto natural del ser humano el anhelo de vivir mejor, el
reto consiste en cómo lograrlo, hay caminos ya probados, en esencia
son tres: pedir limosna, robar o trabajar. Por supuesto, si un
agricultor desea tener una buena cosecha, podrá hacer muchas
peregrinaciones o encender cientos de veladoras a su santo
predilecto, pero sin garantía alguna de que su milagro se realice;
en cambio, si se levanta temprano, le ofrece su tarea a Dios,
dedicándose arduamente a su trabajo, las posibilidades de triunfar
están casi garantizadas.
Robar es el camino más fácil y también el más degradante, despojar
a otros del fruto de su esfuerzo, corromper o robar la vida de
otros seres humanos, o traficando drogas y todo por el deseo del
placer de corto plazo que nos venden las más famosas producciones
cinematográficas; todo por conseguir el placer por el placer, que
en última instancia producirá sólo satisfacción temporal, pero
nunca un estado pleno de felicidad. ¿En dónde nos extraviamos? En
la cosificación del placer, la cual es una gran seducción, pues
gozar plenamente sus beneficios está en relación inversamente
proporcional al esfuerzo realizado.
Nuestras novedades en tu e-mail
Cursos similares a Como ser mejor en el trabajo
- Vídeo
- Alumnos
- Valoración
- Cursos