La filosofía tiene dos buenos motivos para no encontrar nunca el lugar donde surge la política.
El primero es:
a) Zoon politikon: como si hubiera en el
hombre algo político que perteneciera a su esencia. Pero esto no es
así; el hombre es a-político.
La política nace en el Entre-los-hombres, por lo
tanto completamente fuera del hombre. De ahí que no haya
ninguna substancia propiamente política. La política surge en el
entre y se establece como relación. Así lo entendió
Hobbes.
b) La representación monoteísta de Dios, a cuya imagen y
semejanza debe haber sido creado el hombre. A partir de aquí,
ciertamente, sólo pueda haber el hombre, los hombres son una
repetición más o menos afortunada del mismo. El hombre creado a
semejanza de la soledad de Dios es la base del hobbesiano state
of nature as a war of all against all. Es la guerra de uno
contra todos los otros, que son odiados porque existen sin sentido
- sin sentido para el hombre creado a imagen de la soledad de
Dios.
La solución de Occidente a esta imposibilidad de la política dentro
del mito occidental de la creación es la transformación de la
política en historia o su sustitución por ésta. A través de la
representación de una historia universal la pluralidad de los
hombres se diluye en un individuo humano que también se denomina
humanidad. De ahí lo monstruoso e inhumano de la historia, que al
fin se impone plena y brutalmente a la política.
Es tan difícil darse cuenta de que debemos ser realmente libres en
un territorio delimitado, es decir, ni empujados por nosotros
mismos ni dependientes de material dado alguno. Sólo hay libertad
en el particular ámbito del entre de la política. Ante esta
libertad nos refugiamos en la «necesidad» de la historia. Una
absurdidad espantosa.
Podría ser que la misión de la política fuera elaborar un mundo tan
transparente para la verdad como la creación de Dios. En el sentido
del mito judeo-cristiano esto significaría: el hombre, creado
a imagen de Dios, ha recibido una fuerza generadora para organizar
al hombre a semejanza de la creación divina. Esto probablemente es
un disparate. Pero sería la única demostración y justificación
posible de la idea de una ley natural.
En la absoluta diversidad de todos los hombres entre sí, que es
mayor que la diversidad relativa de pueblos, naciones o razas; en
la pluralidad, está contenida la creación del hombre por Dios. Ahí,
sin embargo, la política no tiene nada que hacer. Pues la política
organiza de antemano a los absolutamente diversos en consideración
a una igualdad relativa y para diferenciarlos de los
relativamente diversos.
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