Desde los albores de la humanidad, el ser humano ha luchado
contra la Naturaleza para conseguir sus favores. Pero, ¿es
posible ésto? ¿Qué son de verdad los amuletos, los
talismanes y los pantáculos? ¿Son realmente
efectivos?
Los dioses han muerto, pero los talismanes perduran. Han
sobrevivido a toda forma de incrudilidad y así han demostrado
que su vitalidad es eterna. Aquel que no cree más que en la
velocidad de su coche o de su avión y que corre hacia la
muerte como hacia un negro abismo en el que se despeñará
sin recobrar nada de su personalidad, cuelga en el interior de su
vehículo un muñeco, como los patriarcas de Israel o de
Asur colgaban los terafim de las pieles de su tienda... la
humanidad revela así su debilidad y el talisman su fuerza, y
la oculta virtud de este último se manifiesta en el hecho de
que los hombres no hayan podido liberarse de él.
Estas palabras, de 1929, pertenecen al ocultista Grillot de Givry y
siguen conservando su actualidad. Estamos hablando de amuletos y
talismanes, pero acaso ¿no son lo mismo? Unos apartan el mal y
otros atraen la dicha. En definitiva, son objetos o instrumentos
con un claro matiz supersticioso para protegerse de algo. ¿De
qué? En un principio, de las fuerzas de la Naturaleza.
La palabra amuleto deriva del latín amuletum que a su vez,
provenía del bajo latín amoliri que significa "apartar o
alejar". Es Plinio el Viejo quien la emplea por vez primera en su
Historia natural para disignar un objeto que protege a las gentes
contra las enfermedades. Se han encontrado amuletos
antiquísimos en tumbas egipcias y asirias lo que nos da idea
que el miedo en el hombre siempre ha estado presente. Estos
primitivos amuletos consistían en objetos de piedra grabada
(ágata, diamante, jaspe verde, amatista o coral), de metal
(bronce, plomo, oro o plata) u otros materiales como cuero, arcilla
y trozos de plantas o miembros de animales.
¿Y los talismanes? Si bien los amuletos alejan los daños
y las enfermedades, el talismán atrae la buena suerte y logra
que los asuntos salgan bien. La palabra talismán parece
derivar de las expresiones árabes tilasm y tillasm que se
traduce como imagen mágica, a los que se atribuyen virtudes
portentosas, aunque otras versiones etimológicas la hacen
derivar del griego telesma que significa objeto consagrado. El
origen común parece ser el término hebraico tselem,
imagen. Es necesario llevarlos encima para que su influjo
benéfico nos pueda afectar. Los talismanes son de época
posterior a los amuletos ya que para la confección de
éstos era necesario tener una serie de conocimientos
específicos. La "ciencia" de confeccionar talismanes
exigía saber algo de astrología, de teología y de
metalurgia. Era necesario conocer la influencia de los astros, las
deidades y genios del panteón mitológico correspondiente
y los materiales adecuados, que deberían ser de naturaleza
noble, como el oro y la plata, para elaborarlos correctamente. Otra
diferencia que se podría establecer es que el amuleto es de
origen natural y el talisman es artificial, hay que fabricarlo. Es
preciso utilizar una técnica más evolucionada, por lo que
el talismán se acaba especializando.
En este mismo sentido, aunque con valor inferior que los
talismanes, podemos hablar de los fetiches (término que
procede del portugués feitiço, hecho a mano, de donde
proviene la palabra faticeira o bruja). Suelen ser de origen
orgánico, compuestos de polvo, hierbas secas y partes de
cuerpos de animales a los que se atribuye una virtud especial de
protección por tradición o encantamiento o son una
sencilla representación de un dios protector de la tribu o de
la región.
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