Recordando las nociones biológicas de antaño, que revisaban el mecanismo de cómo el corazón, actuando como una bomba hidráulica, impulsa la sangre.
Nos parece más sensato que la parte pensante del cuerpo, el cerebro, sería un candidato más apropiado para controlar amor y apego.
Lo que no había sido sustanciado por medio del método científico, hasta tiempos muy recientes.
Algunas de las investigaciones recientes encuentran que nuestra habilidad para amor y apego derivan de la activación de ciertos circuitos cerebrales que se cree que refuerzan ciertos comportamientos produciendo sentimientos de placer y recompensa.
Por ejemplo, en un estudio reciente, investigadores usando técnicas de imaginería fueron capaces de presenciar las actividades del cerebro en personas que experimentaban amor romántico o amor materno.
Participantes en el grupo romántico profesaron estar ‘verdaderamente, profundamente y enloquecidamente enamorados’ con alguna persona allegada.
Los investigadores midieron las actividades del encéfalo cuando ellos vieron fotos de la persona amada comparadas con ver, simplemente, fotos de amigos.
En el grupo materno, mamás vieron fotos de sus bebés y de otros niños conocidos.
El estudio demostró que regiones en el sistema de recompensa cerebral se activaban en quienes experimentaban amor romántico y amor materno.
En adición, éstas son las mismas regiones en el cerebro donde las hormonas oxitocina y vasopresina son activas.
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